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Foto del escritorCota García

Sexualidad Femenina


Otra penetración es posible: Cómo llegar al éxtasis con la penetración

No es necesaria una violación para que una vagina quede traumada. El trato que se le da en una vida convencional aparentemente sana, trauma lo suficiente los tejidos de la vagina como para hacer que pierda su natural y altísima sensibilidad. La manera occidental de hacer el amor tiene como consecuencia directa que los tejidos vaginales resultan seriamente deteriorados, lo que da lugar a una disminución gradual de sus cualidades receptivas.

En primer lugar, el hombre penetra a la mujer mucho antes de que la temperatura sexual de ésta sea lo suficientemente alta como para invitarle a entrar.

En segundo lugar, tras la entrada del hombre, se produce una serie de fricciones del pene contra las sensitivas y suaves paredes vaginales que causan otro efecto negativo: la vagina pasa de ser un canal altamente perceptivo y receptivo, a ser un canal endurecido y protegido.

En tercer lugar, los movimientos mecánicos de la pelvis propios del sexo convencional, contribuyen, aún más, a incrementar la creciente insensibilidad del interior de la vagina.

Sexo lento y sanación de la vagina

Una prueba de la conexión entre pechos y vagina/útero es por ejemplo el hecho de que la succión del neonato activa la expulsión de la placenta y que las madres cuando amamantamos, generamos oxitocina que se sabe que actúa a nivel del cuello del útero. Entonces ¿Es suficiente con una buena estimulación de los senos para llegar al orgasmo? Hay mujeres que sí tienen suficiente pero lo más habitual es que no lo sea. Lo que sí es prácticamente común a todas las mujeres, a menos que tengan un bloqueo en el pecho, es que, para una buena experiencia coital extática, la estimulación previa de los pechos es un paso importantísimo. Cuando lo hacemos, la energía de los pechos inunda y enciende la vagina. En una relación heterosexual, la vagina, como polo pasivo, debe estar totalmente preparada para recibir el máximo impacto de la energía masculina.

Es importante que nos reconciliemos con la naturaleza receptiva/ pasiva de la sexualidad femenina. Pasiva no quiere decir sumisa. Ni pasiva quiere decir rollo estrellita de mar. En la sexualidad sagrada, la mujer recibe en su cuerpo la energía masculina y es por eso por lo que se dice que es el polo pasivo: su movimiento no es hacia delante ni hacia fuera, como en el caso de la energía masculina, sino hacia dentro y hacia arriba.

Cuando la vagina de la mujer vibra como respuesta magnética a las caricias de sus senos, se vuelve receptiva y activada por la energía sexual generada en ellos. En ese momento la mujer se da cuenta enseguida de que, de quererlo, está dispuesta para el coito. Es un suceso energético completamente espontáneo: un “sí” absoluto a la penetración que parte de las profundidades. Entonces puede abrirse a la entrada de la energía dinámica del pene creando un circuito electromagnético vivo. La vagina se funde alrededor del pene y bebe la energía que irradia de él. La mujer, como fuerza receptiva femenina, posee la capacidad de arrastrar la energía masculina hacia arriba a través de su vagina, llevándola al Corazón y elevándola a una frecuencia más alta.

El sexo es un acto sublime de comunicación sutil y poderosa y como en toda dinámica de comunicación, el receptor debe estar dispuesto y abierto a recibir lo que el emisor expresa. Si emisor y receptor están bien sintonizados, entonces la comunicación fluye como fluye la energía sexual entre ellos. Si no, por mucho que el emisor quiera dar su energía/información, el receptor no puede absorberla/integrarla.

…Escucha, lentitud, silencio, interiorización, presencia… estas son las claves para despertar el poder sexual femenino en un coito. Un poder que se cuece a fuego lento y cuando llega al hervor tiene una energía tal que puede llevar a la mujer a estados alterados de conciencia inimaginados anteriormente y derretir los más fríos hielos. Incluso los de las heridas sexuales.

El camino de sanación está en nuestras manos y podemos aprender a sanarnos con ayuda de un atento y respetuoso compañero sexual que se entregue a esta nueva sexualidad. Porque lo primero es cambiar nuestra forma de hacer el amor. Sólo con eso, ya notamos cambios enseguida.

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